En 1976, cuando Carlos Rangel publicó Del buen salvaje al buen revolucionario, el paisaje político que ofrecía América Latina estaba lejos de ser estimulante para quienes creían en el proyecto democrático, liberal o socioliberal...De haberse leído más y mejor este libro, de haber despertado una décima parte del fervor que provocó Las venas abiertas de América Latina, tal vez nuestro destino habría sido distinto. El ciclón populista de las últimas dos décadas quizás habría encontrado mejores resistencias, y el lugar donde se escribió este libro, [Venezuela], tal vez no sería hoy un desguace de lo peor de nuestra historia: la demagogia y victimismo del buen salvaje y la violencia y despotismo del buen revolucionario. La buena noticia —siempre las hay— es que nunca es demasiado tarde.